MI SOLEDAD Y YO

Mi soledad y yo solíamos llevarnos muy bien, convivíamos todos los días aunque puedo decir que en algunos momentos me molestaba mucho, pero estaba acostumbrada a ella. Me enseñó muchas cosas, como por ejemplo, tener la capacidad de soportar seguir sintiéndome sola aún cuando estaba rodeada de personas. Me enseñó a tener un corazón más duro para no sentir tanto y que así los demás no pudieran influenciar mis sentimientos. Tenía tanto poder sobre mí, que no había un momento del día donde no la sintiera. Si, ahí estaba, y podía estar rozando la mano de alguien más y aún así, mi soledad y yo seguíamos, inseparables, tanto que llegué a apreciarla y a aceptar que era parte de mi. Pero, ¿cómo puede alguien seguir sintiéndose solo o sola cuando está rodeado de gente que le aprecia? ¿Cómo puede ser tan fuerte la soledad, tan fiel compañera? Y a pesar de todo, ¿A quién le gusta sentirse solo? Hasta que un día entendí que la soledad estaba ahí porque no había nada ni nadie a quien yo le hubiese permitido ocupar su lugar, y entonces opté por cederle ese lugar a alguien que prometía nunca dejarme, que me alentaba a no tener miedo de avanzar, y que aún hoy, me hace sentir su amor todos los días y sin importar cómo soy y sin importar mis equivocaciones, me ama. Entendí que estar solo no tiene nada de malo, lo malo es sentirse solo todo el tiempo, entendí que está bien amar, está bien arriesgarse, está bien sentir miedo y también seguridad, porque todas esas cosas son un regalo, no para los demás, si no para uno mismo. Y eso sucedió cuando dejé que Jesús quitara mi soledad, su perfecto amor echó fuera el temor y se convirtió en mi fiel compañero y nunca más volví a sentirme sola, aun cuando no tuviese a nadie a mi alrededor.
"Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa."
Isaías 41:10
Atrévete a soltar tu soledad y darle espacio a Jesús, que quiere estar contigo cada día de tu vida. Como yo, que dejamos de ser mi soledad y yo, y empezamos a ser Jesús y yo.